
Vivir en armonía con la naturaleza, la gente Saryaku dependen de la caza, la recolección, la pesca y la agricultura a pequeña escala. Foto cortesía de Sarayaku
(English version here). Sarayaku (que significa “el río de maíz” en quechua) es una comunidad kichwa a la vanguardia de la resistencia contra la explotación petrolera en la Amazonía ecuatoriana. El territorio Sarayaku cubre 135.000 hectáreas, el 95% de las cuales es bosque primario, en una parte remota de la provincia de Pastaza en la zona sur de la Amazonía en Ecuador. Con su propio gobierno autónomo, Sarayaku es un territorio soberano. Llegando a una población de aproximadamente 1200, los Sarayaku son denunciados regularmente por el presidente de Ecuador, como terroristas violentos que estan obstruyendo el desarrollo de la nación.
Los Sarayaku se refieren a sí mismos como el Pueblo del Medio Dia, derivada de una antigua profecía de sus antepasados alegando que serán un pilar en la defensa territorial, cultural, y espiritual – un faro de luz tan fuerte como el sol cuando alcanza el punto más alto en el cielo.
Los Sarayaku han resistido exitosamente diversos intentos de invasión en las últimas cuatro décadas, pero son mejor conocidos por ganar un caso histórico contra el Estado ecuatoriano en la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). En 1996, el gobierno ecuatoriano otorgó a una empresa argentina de petróleo, CGC, el permiso para la prospección de petróleo en el territorio Sarayaku, sin consultar ni siquiera notificar a la comunidad. De hecho, el pueblo Sarayaku sólo se enteró de que su tierra se había abierto a la exploración petrolera cuando los helicópteros llegaron, seguidos por hombres armados.
Durante varios meses, la compañía petrolera, acompañada de soldados y guardias de seguridad privada, realizó detonaciones, taló árboles, cavó más de 400 pozos, enterradó más de 1,4 toneladas de explosivos de alta calidad y destruyó la paz con helicópteros. Sarayaku respondieron elevando quejas a niveles nacional e internacional y, finalmente, logró que el proyecto de petróleo se detuviera. Pero las autoridades no se disculparon, ni tampoco proporcionan cualquier reparación por el daño causado, ni hicieron ninguna promesa sobre la prevención de abusos similares en el futuro.
En 2003, después de haber agotado todas las vías legales internas para la compensación y una garantía de consulta para proyectos futuros, los Sarayaku llevaron su caso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En julio de 2012, después de una batalla legal de diez años, los jueces fallaron a su favor, declarando que el Estado ecuatoriano violó el derecho de la comunidad a ser consultada, así como sus derechos de propiedad y la identidad cultural. La Corte también encontró a Ecuador responsable de poner la vida y la integridad física de la gente de Sarayaku en grave riesgo.
El gobierno ecuatoriano recibió la orden de pedir disculpas al pueblo Sarayaku; para compensarlo financieramente; para retirar los explosivos en su territorio; y para regular adecuadamente el derecho a la consulta sobre los proyectos futuros de petróleo en sus tierras. El gobierno ha cumplido en parte con el fallo. Un documental, ‘Hijos del Jaguar”, hecho por el Sarayaku en colaboración con Amnistía Internacional, cuenta la historia de la comunidad y su caso en la CIDH y puede ser visto aquí:
Haciendo honor a la antigua profecía, los Sarayaku siempre se citan como el ejemplo más exitoso de la resistencia en Ecuador, así que estábamos muy emocionadas de visitar su comunidad. Yo había visto ‘Hijos del Jaguar “, cuando comencé a interesarme en el tema de la explotación petrolera en la Amazonia y había quedado impresionada por la forma digna y agraciada de la gente Sarayaku; por la manera tranquila y totalmente razonable en la que plantearon su caso.
Me intrigaba tambien sobre el uso de la tecnología en la comunidad como una herramienta en su lucha. Mientras viven en armonía con la naturaleza, sobreviviendo principalmente a través de la caza, la recolección, la pesca y la agricultura a pequeña escala, los Sarayaku tienen su propio sitio web, página de Facebook, cuenta de Twitter y canal de Youtube. Tenía ganas de saber más acerca de cómo funciona este equilibrio. Yo estaba especialmente interesada en conocer a Patricia Gualinga, dirigente de Sarayaku para la mujer y la familia, que ha estado a la vanguardia de su movimiento de resistencia durante muchos años y ha sido una verdadera inspiración para mí.

El Presidente Sarayaku José Gualinga (centro) con su padre, el chamán Sabino Gualinga (izquierda) y Patricia Gualinga (segundo por la derecha). (Imagen cortesía de Sarayaku).
Hubo un par de días de ansiedad antes de nuestro viaje a Sarayaku cuando parecía que la visita no iba a ser posible. Su Presidente, José Gualinga, había respondido a mi solicitud de visitarlos con un correo electrónico diciendo que muchos periodistas piden visitar la comunidad y sólo un pequeño número recibe el permiso; que la mayoría de las personas que desean visitarlos lo hacen por sus propias razones, en lugar de ofrecer un apoyo concreto a la lucha de los Sarayaku. Luego pasó a pedir nuestra acreditación de prensa y más información sobre el tipo de trabajo que hacemos.
Le respondí para decirle que no éramos periodistas profesionales, sino que tenemos un sitio web que pretende difundir la palabra acerca de la lucha para defender la naturaleza y los derechos humanos en Ecuador. Le envié un enlace a nuestro sitio y le dije que Carlos Pérez, Presidente de ECUARUNARI (Confederación de Pueblos de la Nacionalidad Kichwa) podría proporcionar una referencia personal si es necesario. Después de una tensa espera, José nos envió un correo electrónico diciendo que si nuestro trabajo es lo que parece, éramos bienvenidas a visitar Sarayaku. Él nos puso en contacto con Verónica, una mujer en Puyo que coordina todas las visitas a la comunidad.
Verónica nos explicó que Sarayaku está a 25 minutos en avión o varias horas en canoa motorizada desde la ciudad de Puyo. Sorprendentemente, viajar en avión era más barato que en canoa, debido al viaje de 2 horas en taxi hasta el punto de salida del barco. Con el tiempo y los fondos limitados, optamos por el avión, conscientes de la ironía de volar para pasar un fin de semana con una comunidad resistiendo a la explotación petrolera y determinamos que nuestra obra justificaria el combustible que íbamos a usar.
Mi amiga K y yo tomamos tres autobuses, viajando durante la noche y con las multitudes de Carnaval, para llegar a la ciudad de Puyo al amanecer de un sábado a finales de febrero. Las dos estábamos nerviosas porque no teníamos ni idea de qué esperar de nuestro viaje y nos sentíamos como tomando un salto hacia lo desconocido. K me dijo que cuando ella lehabía dicho a su padre acerca de su próximo viaje, él le había advertido de que algunas tribus amazónicas hacen el alcohol de yuca fermentada y masticada y tienen una inclinación por matar a los huéspedes que se niegan a beberla. Sospeché que la última parte era un mito, al menos en los tiempos modernos, pero lo único de lo que estaba segura en ese momento era de que los próximos días iban a ser una experiencia para recordar.
En Puyo, nos dirigimos a la oficina de Sarayaku, donde conocimos a Franklin Toala, su encargado en relaciones exteriores. Franklin nos habló de algunos de los proyectos actuales de la comunidad, incluyendo la cría de animales para el consumo sostenible, un vivero de peces y (sorprendentemente) una línea aérea. Explicó que la comunidad ha comprado un avión pequeño y pagado por los estudios de dos de sus miembros para asistir a la escuela de pilotos, no sólo para llevar a la gente a Sarayaku sin depender de una compañía aérea externa, sino para generar ingresos al ofrecer vuelos regionales. Habló de una “estación de radio de la resistencia” que a la comunidad le gustaría comenzar. Con comprensible orgullo, nos mostró el impresionante nuevo sitio web Sarayaku.
La conversación giró en torno a la opresión gubernamental en contra de los Sarayaku. Franklin nos explicó que 200 miembros de la comunidad han sido etiquetados como terroristas por protestar contra la explotación petrolera. Nos preguntamos por qué los Sarayaku se acusados por difamación por parte del Presidente, cuando hay otras comunidades resistiendo. Franklin nos explicó que el hecho de que los Sarayaku estén tan bien organizados los diferencia. Nos mostró su organigrama, explicando las funciones del Presidente (que actúa como la voz de la comunidad y no como líder todopoderoso ), Vice-Presidente y autoridades tradicionales, además de los equipos financiero y de seguridad y una comisión jurídica. Mientras que Franklin explicaba el funcionamiento de la estructura de los Sarayaku, empecé a darme cuenta de por qué esta pequeña comunidad es una fuerza para tener en cuenta.
Esperamos en la oficina hasta que el clima fue lo suficientemente bueno para el corto vuelo a Sarayaku. En el camino al minúsculo aeropuerto en la cercana localidad de Shell (llamada así por la empresa petrolera, otra ironía), nos detuvimos para recoger unas botas de goma de Verónica y ella nos dio una carta para un líder de Sarayaku llamado Gerardo y nos pidió dárselo a nuestra llegada.
Los aviones en el aeropuerto de Shell parecían juguetes! Me gustó especialmente uno glamoroso en rosa y morado. Después de ser pesadas, junto con nuestro equipaje, nos subimos a bordo de un Cessner de 4 asientos, con el piloto y K en el frente y yo, algunas bolsas de arroz y botellas de agua en la parte posterior. El viaje en avión de 25 minutos fue emocionante y el aterrizaje aún más. Aterrizando en una pista de la selva, con la pulverización del agua en las ventanas, es una experiencia que nunca olvidaré.
Sin un minuto para recobrar nuestra compostura, fuimos arrojadas de una increíble experiencia a otra. Fuimos recibidas por un grupo de personas; un tipo con pelo negro largo y gruesas varillas de madera en las dos orejas nos ayudó con las maletas. Un hombre con lo que parecía ser un tinte azul alrededor de los lados de su cara salió a saludarnos, presentándose a sí mismo como Gerardo Gualinga y preguntando si éramos las dos periodistas. Pensando en la copa plástica de vino en la mochila que tenía planeado utilizar en lugar de un trípode de cámara real, le expliqué que no éramos exactamente periodistas profesionales, sino que teníamos un sitio web para difundir la palabra sobre la lucha contra la explotación petrolera en la Amazonia.
Gerardo nos llevó por un camino de piedra a una enorme choza sin paredes con un bonito techo tejido y un piso de barro, que sirvió como el espacio común para el pequeño barrio que lo rodea. Nos sentamos en un banco de madera que se situaba alrededor del exterior de la choza y le dimos el sobre que Veronica nos había dado en Puyo. El leyó la carta adjunta con una expresión seria y luego nos explicó que él acababa de ser informado de que iba a hospedarnos durante el fin de semana. Nuestra llegada, blandiendo la carta que supusimos contenía las instrucciones para nuestra estancia, no parecía llenar de deleite a Gerardo.
Mirando hacia arriba, él nos dijo que él estaba muy ocupado y que no podíamos esperar que él estuviera con nosotras todo el tiempo. Miró por largo tiempo a las gafas de sol encaramadas sobre mi cabeza, suspiró y explicó que esto no era un hotel, que no debíamos esperar un restaurante o servicio de wifi. Él fue cortés y amable, pero estaba claro que éramos una molestia para él y que sospechaba que íbamos a necesitar un poco de alto mantenimiento. Me imaginé que me habría sentido igual si se me hubiera encargado en el último minuto con lo que yo pensaba que eran dos periodistas de la ciudad en un fin de semana cuando tenía un montón de otras cosas que hacer.
Gerardo nos mostró una choza abierta por todos sus lados con cerca de ocho camas de madera, dos de los cuales estaban preparadas con mosquiteros, sábanas y almohadas. No había electricidad, pero un espacio para hacer una fogata en el piso de barro con tres hamacas que colgaban alrededor de ella. Un inodoro y ducha compartida completaron nuestro hogar para las próximas tres noches. Nos quedamos encantadas y así se lo dijimos, y en ese momento Gerardo visiblemente se relajó un poco.
La comunidad de Sarayaku se divide en cinco barrios que abarcan las dos orillas del río Bobonaza. Gerardo Gualinga, el hermano de mi héroe Patricia, es el líder del barrio donde nos alojamos. Después de que nos habíamos acomodado en nuestra cabaña, nos llevó en canoa a motor a su casa al otro lado del río.
A diferencia de nuestra cabaña con su piso de barro, la casa de Gerardo estaba construida sobre pilotes y comprendía una zona común, una cocina y dos dormitorios, todos hechos de madera. Gerardo nos presentó a su esposa Rosa, que tenía un rostro amable y las manos de color azul, lo que coincidía con los lados de la cara de su marido. Un número de personas sentadas alrededor de la zona común en sillas y bancos. Había una mesa en la esquina, donde nos invitaron a comer. El almuerzo consistía en yuca hervida, dos pescados servidos en hojas de plátano, una especie de sopa de pescado, yuca y plátanos, y salsa de chile (un menú completamente diferente al que usualmente se sirve en en el resto del país, según K y la expresión de su cara). Supongo que la carta que le habíamos dado a Gerardo explicaba que soy vegetariana, porque él amablemente me ofreció un poco de arroz para acompañar la yuca. Más tarde me enteré de que, en total contraste con la costa donde se sirve con cada comida, el arroz es un artículo de lujo para el Sarayaku, ya que tiene que ser traído desde Puyo a través de barco o avión.
Después de que habíamos comido, nos invitaron a formar parte del círculo y un espacio fue hecho para nosotras en un banco de madera. Parecía que Gerardo tenía sólo la suficiente vajilla y cubiertos para cuatro personas, ya que después de que habíamos terminado el almuerzo, el siguiente turno de comensales se sentó a comer. La esposa de Gerardo, Rosa, estaba constantemente a sus pies, sirviendo comidas , yendo y viniendo desde y hacia la cocina con un recipiente, que ofreció a cada persona que a su vez bebía de él y se lo devolvía. Cuando me tocoó el turno de recibir el recipiente, miré el líquido beige no identificado en el interior y vi algunos trozos rosados en el mismo. Sospechando que contenía carne, pero sin querer ofender a mis anfitriones, bebí un gran trago y se lo pasé a K.
Más tarde descubrí que la bebida había sido “chicha”, la yuca fermentada y masticada que el padre de K había mencionado. Como vegetariana, me siento excluida de la recopilación de historias de “la comida loca de viaje”, que generalmente involucran escorpiones, grillos o cerebros. De hecho, me habría sentido totalmente bien si yo hubiera sabido que yo estaba bebiendo yuca y saliva y encantada de tener una historia de “la comida loca de viaje”, a mi cuenta. Aún así , yo estaba traumatizada por haber bebido lo que yo pensaba que era carne. Por el contrario, K, que se dio cuenta de lo que había en el recipiente, se horrorizó ante la idea de beber saliva. Nuestros anfitriones, acostumbrados a los visitantes que no han adquirido el sabor de su bebida favorita, percibieron nuestra incomodidad compartida y no nos ofrecieron más chicha.
Ahora que estábamos sentadas en el círculo, podríamos prestar más atención a las otras personas en el cuarto. Éramos un grupo ecléctico. Un par de chicos indígenas con el pelo recogido en colas de caballo se sentó junto a una mujer que resultó ser una antropóloga belga. Otra mujer europea con un hermoso bebé en su cadera era la esposa belga del presidente de Sarayaku, a quien conoció mientras trabajaba como representante de los pueblos indígenas en las Naciones Unidas. Mientras que la antropóloga era tan claramente del exterior, la esposa del presidente tenía el atuendo y los gestos de la gente local; no es de extrañar, después de 25 años en la comunidad.
El bebé, cuyo hermoso rostro me recordó un poco a un monje budista, era el menor de los cinco hijos de Gerardo y Rosa. Dos de sus otras hijas, Maya y Gualcanga, dos y cinco años de edad, estaban también allí. Yo estaba especialmente encantada por Maya, que tenía un cara salvaje que estaba casi completamente teñida de azul. Una mujer local en jeans completó el grupo.
La conversación fue un poco incómoda al principio, pero pronto se arregló.Los Sarayaku son personas que transmiten todo su conocimiento verbalmente, por lo que son cuentistas maravillosos. Hace un par de generaciones, Los Sarayaku sólo hablaban Kichwa, pero en estos días su sistema de educación es bilingüe, así que la conversación tuvo lugar en español, una cortesía que apreciamos.
Gerardo nos habló de los diferentes roles de los hombres y las mujeres de la comunidad. Las mujeres son responsables de hacer chicha, cocinar y cuidar a los niños. Tanto los hombres como las mujeres trabajan en los campos. Las mujeres a veces acompañan a la pesca a los hombres, pero la caza es una actividad exclusivamente masculina.
Nos reímos mucho cuando descubrimos que la gente costera y amazónica usa la misma palabra de la jerga española para un hombre que hace las tareas domésticas: “mandarina”. No todas las palabras de la jerga son igual, sin embargo. Los chicos Sarayaku pensaron que era muy gracioso que un mujeriego en la costa se llame un “buitre”. “Pero un buitre sólo caza cosas muertas!” ellos protestaron, argumentando que su palabra para un hombre depredador, “cocodrilo”, es mucho más apta. Me pareció un buen punto.
Cuando comentamos lo mucho que nos gustaba nuestra cabaña y lo mucho que estábamos disfrutando de estar en un lugar tan tranquilo, Gerardo nos dijo que hay un lugar remoto a muchas horas a pie, donde el Sarayaku va para “alejarse de todo”. Hizo un gesto en torno a la cabaña de madera rústica y a la pequeña colección de vajilla, diciendo “no tenemos nada como esto allí, es muy básico”. Para nosotros, el Sarayaku vive en la selva remota y me encantó la idea de ellos de ir de vacaciones para encontrar un poco de paz y tranquilidad.
Una de las principales impresiones que me llevé de la conversación de aquella tarde fue que algunas personas de Sarayaku son trotamundos, tanto dentro de Ecuador como internacionalmente.
Gerardo nos hizo reir cuando describió dos viajes que había hecho; uno para visitar la tribu vecina Achuar y el otro a Suiza (no estoy segura de que pudiera ser posible imaginar dos experiencias tan diferentes!). Parte de la resistencia de Sarayaku implica compartir información con otros pueblos indígenas y Gerardo había pasado tres días con los Achuar, que tienen una reputación de ser feroces. De hecho, los Achuar prohíben totalmente, bajo pena de muerte, que cualquier visitante mire a las mujeres de su tribu. Gerardo describió cómo había pasado tres días mirando fijamente al suelo.
Su viaje a Suiza fue difícil por diferentes razones. Le habían ofrecido un trabajo bien pagado como jardinero, pero hacía tanto frío allí y extrañaba a su familia tanto que se había ido a la policía de inmigración y pidió ser deportado, una solicitud que estaban felices de satisfacer. Los hombres Sarayaku son muy masculinos deseguro, pero Gerardo habló abiertamente sobre lo mucho que extraña a su familia cuando él está lejos de ellos. Incluso cuando se va a Puyo durante el día, constantemente se pregunta lo que están haciendo y no puede esperar para volver a ellos.
Uno de los chicos jóvenes con cola de caballo, José Luis, el hijo del Presidente de la comunidad, nos contó cómo había vivido en la costa por un tiempo; su hermana Zulma, la mujer joven en jeans, había vivido en Suecia durante varios años cuando ella era joven. Ella ahora tiene 28 años y es tá recientemente divorciada, lo que me sorprendió. No hay muchas personas divorciadas en la costa y yo había imaginado que habría aún menos en una comunidad amazonica. Su estado civil parecía ser la fuente de muchas burlas amables que ella tomó bien. Mostrandose a sí misma diferente de la mujer ecuatoriana costera típica en otra manera, Zulma habló de lo mucho que le encanta leer.
Aparentementelos jovenes Sarayaku son libres de salir y vivir en otro lugar, para asistir a la universidad o simplemente para experimentar una vida diferente. “Ese es su derecho”, dijo Gerardo, pero me dio la impresión de que se espera que los jóvenes regresen a la comunidad eventualmente.
Esta política de puertas abiertas también se aplica a la gente de fuera que viene. Gerardo nos dijo sobre un hombre sueco que se había casado con una mujer Sarayaku y ahora puede hablar Kichwa perfectamente y es un cazador consumado. Explicó que aunque los Sarayaku son estrictos acerca de la preservación de su cultura, que están abiertos a nuevos miembros que pueden enriquecer y empoderar a la comunidad.
En un momento, Gerardo estableció paralelismos entre la vida del Presidente Sarayaku, José Gualinga, y el Presidente de Ecuador, Rafael Correa, ambos tienen esposas belgas y muchos contactos en común. Los dos hombres situados en los extremos opuestos de la lucha para salvar el Amazonas de la explotación del petróleo aún no se han reunido, pero están siguiendo caminos tan similares en sus viajes internacionales que el encuentro es inevitable. Me encantaría ser una mosca en la pared durante ese encuentro.
Después de una tarde relajada y muy agradable llena de risas, Gerardo nos hizo saber cómo podíamos encontrar nuestro camino de regreso a nuestra cabaña. Tomamos esto como nuestra señal para salir, caminamos de regreso por el río Bobonaza y cruzamos el puente colgante de metal que se extiende por ella, con nuestras cabezas zumbando por la enorme cantidad de información que se había presentado ante nosotras ese día.
En el momento en que regresábamos a nuestra cabaña, la tarde estaba llegando a su fin, lo que nos dejaba el tiempo justo para una ducha antes de que oscureciera. K y yo estábamos tumbadas en las hamacas y yo estaba escribiendo notas sobre el día cuando José Luis entró para encender una fogata para nosotras. Su camiseta y boardshorts no habrían estado fuera de lugar en la costa; las largas plumas que cuelgan de cada oreja fueron ligeramente más exóticas.
Después de haber vivido en la costa y en Quito, José Luis parecía contento de tener compania de fuera de la comunidad. Pronto me dio la impresión de que se sentía un tanto dividido entre los dos mundos y que un fuerte sentido del deber le había hecho volver a vivir en Sarayaku.
José Luis es el nieto del “yachak” o chamán de Sarayaku y nos explicó que había estado en entrenamiento para seguir el mismo camino, pero que había encontrado que los sacrificios que se le exigían eran demasiado. Explicó que para convertirse en yachak se requiere de preparación desde la edad de ocho años. Los aprendices de chamanes tienen que seguir una dieta muy estricta y tomar la sagrada alucinógena medicina “ayahuasca” con regularidad.
Tal vez lo más difícil, también deben limitar su contacto con las mujeres, más allá del celibato hasta el punto de ni siquiera conversar con el sexo opuesto. Tal parece que nosotras, las mujeres, chupamos la energía. Le pregunté a José Luis si era posible que una mujer se convirtiera en yachak y dijo que sí, aunque es muy poco común y más peligroso para una mujer, debido a la energía que perdemos por la menstruación y el parto. La energía es la clave para la curación, según parece.
Fue cuando abandonó el camino hacia el chamanismo que José Luis decidió abandonar la comunidad y viajar dentro de Ecuador. Ahora ha vuelto a Sarayaku, trabaja como biólogo, un tema que él estudió en la universidad en Quito. Él es parte de un pequeño equipo responsable de asegurarse de que los recursos naturales más importantes de la comunidad, tales como la yuca y el tapir, sean suficientes para una población en crecimiento.
José Luis parecía estar concentrando más en hablar con nosotros que en encender el fuego. Riendo, nos dijo de una superstición local que dice que si una persona tiene que soplar para encender un fuego más de 50 veces, va a casarse con una persona de la tercera edad. Entre soplos, él continuó hablando. Puede que no se haya convertido en un yachak, pero él parecía saber mucho acerca de la medicina natural. Fue muy mágico, escuchar bajo el resplandor del fuego sobre su abuelo invocando los espíritus de diferentes animales para curar a la gente. Su abuelo a menudo invoca al espíritu de la ballena, a causa de su gran poder y de los muchos obstáculos que debe superar en sus migraciones. José Luis nos dijo que, cuando los espíritus animales se revelan a nosotros, aparecen en forma humana. Jose Luis describe el espíritu del cóndor como el hombre más elegante que pueda imaginar, con un traje de nieve brillante.
José Luis pasó a explicar que combina estas creencias animistas tradicionales con el catolicismo, en la creencia en Dios, Jesús y los ángeles. 40% de la comunidad Sarayaku va a la iglesia con regularidad, nos dijo.
Cenamos esa noche con la familia de Gerardo y José Luis, la esposa de Gerardo, Rosa siendo responsable de cocinar para los hombres solteros de la familia. En línea con la comida básica pero satisfactoria que nos habían dado hasta el momento, la cena fue espaguetis con guisantes y zanahorias.
Le preguntamos a Gerardo sobre el significado del colorante azul en su cara y las manos de su esposa. Nos explicó que, en Sarayaku, es importante para los hombres y las mujeres el tener el pelo brillante. Ellos usan el extracto de la fruta WIKA como acondicionador del cabello, que tiende a correr en sus caras cuando hay lluvia o ellos sudan. Tener una cara azul parece ser un precio perfectamente aceptable por tener el pelo hermoso y brillante. De hecho, José Luis nos dijo más tarde que algunos hombres Sarayaku piensan que las manos azules son una cualidad muy atractiva en una mujer, ya que demuestra que se preocupa por su apariencia.
Durante esta fascinante conversación, me di cuenta de la presencia de un perro en la esquina de la cocina. Yo no podía entender por qué se veía tan triste, hasta que me di cuenta que no podía levantar su cabeza correctamente. José Luis nos explicó que un niño local con síndrome de Down se había apoderado de un machete y, con un solo golpe, casi habia cortado la cabeza del perro. Al mirar más de cerca, pude ver la cicatriz casi todo el lrededor del cuello del perro.
No podía imaginar cómo era posible que un animal pudiera sobrevivir tal lesión. José Luis nos contó que su abuela estaba tan apegada al perro que se habían apresurado a Puyo en avión y habían pagado $ 500 por un veterinario para que volviera a conectar la cabeza. Yo estaba asombrada de que estos cazadores intrépidos fueran a tales extremos para salvar a una mascota querida. Apenas las acciones de unos terroristas violentos, pensé.
José Luis nos entretuvo durante el resto de la cena con las historias de todas las criaturas mortales que lo han picado a lo largo de los años. Una vez correndo en el bosque había sido mordido por una serpiente venenosa y está convencido de que sólo sobrevivió gracias a todas las plantas medicinales que ingirió mientras estaba en entrenamiento con su abuelo.
Cuando volvimos a nuestra cabaña después de la cena, el piso de barro se estaba moviendo con las cucarachas. Muy agradecida por mi mosquitero, me metí en mi cama con cuidado y me quedé despierta por un rato contemplando un día agotador y maravilloso.
Continuará …
Ha habido acontecimientos chocantes en Sarayaku desde nuestra visita. A finales de abril, la comunidad fue invadido ilegalmente por los militares para albergando los tres fugitivos más famosos del país. Para obtener más información, consulte esta entrada del blog y ver este video.